19 de octubre de 2014

Casi cuarenta semanas


Parece que después de todo he logrado eliminar ese odioso banner de estadísticas gratis que impedía ver cualquier otra cosa en este -por otra parte- (casi) abandonado blog.
Y también parece ser que no me he olvidado del todo del uso de los signos de puntuación.  Abusemos pues.

Mi ombligo ha vuelto a aparecer, fue fácil porque nunca llegó a borrarse del todo: La nena decidió nacer un mes antes y no llegué a engordar lo que me faltaba para ello. Aunque ya estuvo bien.

De eso ya han pasado 5 meses y medio. 

La niña, estupenda, la madre, estupenda. El padre, estupendo. El gato no tanto, anda algo cabizbajo. Cosas de gatos.

En la última entrada contaba las aventuras de una embarazada por Andorra. De eso casi ha pasado un año durante el cual hemos seguido descubriendo lugares verdes y no tan verdes, más o menos cercanos, o más o menos lejanos.


Por ejemplo, El monasterio de Piedra. Lugar muy visitable cuando una anda más bien despacio. Muy bonito, mucha agua, muchas truchas.


En Gran Canaria el tiempo acompañó poco,  pero lo suficiente como para que pudiéramos seguir explorando las carreteras que nos dejamos pendientes meses atrás. La isla se merece una vuelta en bici. O dos.

Se nos ocurrió también ir a buscar una cascada al fondo del Barranco de Moya, pero no encontramos más que piedras y soledad. Y una caseta abandonada en la que paramos un rato a replantearnos nuestras vidas.


Y volvimos, y seguimos viendo cosas, que intercalábamos con bugaboos, papel de empapelar con osos o bailarinas, cunas y croozers.

En la provincia descubrimos los avellanos de Benassal y anduvimos por una ruta fácil, del Rivet a Font D'En Segures y la ermita de San Cristóbal en la cima del Moncàtil, que nos dejó ver Penyagolosa, el coll de ares y un cielo azul que creo que fue el primero del año.


Ese día nos dimos cuenta del tiempo que había pasado desde la última vez que habíamos estado andando por el interior. 

Volvíamos de Alcalá de Henares y decidimos dar un rodeo para llegar a casa.  Paramos en Sigüenza, donde no habíamos estado y que resultó ser un bonito lugar con una catedral románico-gótica que me resultó desproporcionada en relación al tamaño de la ciudad, pero que sin duda no lo está en relación a su historia.
Y conduce que te conduce, llegamos al rato a Beteta, donde están la Hoz de Beteta y el sendero de Mata Asnos. Y no sé si era o no mata asnos, pero por allí lo encontramos,  adentrándose primero en la Hoz y más tarde subiendo  a una y otra cueva, y  dejándote, al final de todo, en un inesperado -no porque no lo esperara con ansia (viva), sino porque rompía del todo con el paisaje que íbamos dejando atrás- prado verde, verdísimo, verdérrimo.


Llegaron unos poquitos días seguidos de libertad, y los aprovechamos para, conduce-que-te-conduce, otra vez, llegar al valle de Bujaruelo. ¡Oh Pirineo! 

La ocasión la pintaban calva para seguir el GR11 hasta el siguiente refugio no guardado, y visitar, de paso, el puente colgante de Burguill,  el cual descubrí por casualidad hace ya unos cuantos años, en mi primera o segunda visita al valle.
Subir el puerto de Bujaruelo para quedarnos allá arriba admirando las vistas era bastante innecesario, así que optamos por andar por el sendero durante un rato, hasta que consideramos (los tres) que ya estaba bien. Y bien estuvo. Nieve poca. Agua mucha.
Que nadie piense en tremendas caminatas pirenáicas, la cosa era tranquila, y corta.




Aún planeamos una última excursión, por el interior de Valencia, allá por donde se confunde y se mezcla con el interior de Teruel, y uno no sabría bien donde está si no fuera por el estado de la carretera. Cerca del cerro Calderón amanecimos nevados, y decidimos que no era país para viejos, ni cerro para preñadas, y escapamos de allí hasta Chulilla. Y disfrutamos del lago azul, y de un camino muy bien preparado, con sus puentes, que nos condujo un buen rato por las hoces del Río Turia.





Así que puedo resumir que el embarazo, además de todo lo que tiene un embarazo normal, tuvo puentes colgantes, cascadas, hoces y avellanos. 

28 de marzo de 2014

De la pérdida del ombligo y otras historias.

Estábamos en Septiembre y aún tenía ombligo aunque ya sabíamos que eso tenía los días, o los meses,  contados.
Aprovechamos, como siempre, las vacaciones, para desaparecer, junto a otros, por Morella y Ejulve y otros pueblos del Maestrazgo. Este año éramos 6. Y no hizo viento. Preciosos puertos.

Cuando volvimos,  continuamos desaparecidos, y regresamos al Valle de Arán a terminar lo que el deshielo no nos dejó hacer en Junio. SetauSageth se vislumbraba posible,  y Aleix, en Era Honeria, nos preguntaba si habíamos vuelto para traer la lluvia. No la llevamos, al contrario, los días fueron tranquilos y claros, como un buen Septiembre.
El primer día salimos de la Vall de Torán hacia Liat, y el paisaje, aunque distinto que la última vez que lo había visto, algún año atrás, era igual de mágico por lo desierto y amplio, por lo inquietante de las minas abandonadas. Por lo alto y lejos de todo que parece.  El nombre de Séptimo Cielo iba tomando lógica a cada paso.


Esta vez no paramos en Salardú, seguimos andando hasta Restanca por el GR, y allí cenamos y dormimos y disfrutamos del atardecer en el lago, el estany de la Restanca
La etapa del día siguiente era nueva para los dos, y resultó tan mágica en cuanto a paisajes como la primera, o quizá más, por lo desconocida. Y por lo dura. La subida del Port de Vielha no fue nada comparado a lo que supuso la bajada. Menos mal que llegar a Vielha, y al Ribaeta, siempre es un premio que tiene forma de pinxo.

La tercera etapa la descafeinamos no sé si porque ya conocemos demasiado bien el viejo Cami Reiau, o porque no podía moverme de agujetas que tenía del día anterior y su bajadita, o porque, quizá, llovía algo y ya no nos gustan las lluvias aranesas. El caso es que atajamos y gracias a eso descubrimos que la carretera que nos conduce a Era Honeria se merece un viaje en bicicleta. Un viaje para cuando yo vuelva a tener ombligo. Ya pensaremos en ello.

Luego vino la marcha de Cantavieja, y alguna carrerita de finales de verano.

Llegó Octubre, y eso no significa que había terminado Septiembre, porque Septiembre no es un mes, sino un estado. Así que Septiembreando en octubre, nos fuimos a Las Palmas, donde en Octubre siempre Agostea. Y tuvimos excursiones con vistas, y descubrimos carreteras y vimos una isla muy diferente a la año anterior, más marrón y seca.

Y entonces aún tenía ombligo.

A los pocos días teníamos que decidir un nuevo destino, que no debía ser muy lejano ni muy frío, ni muy inhóspito, pero que tenía que tener algo o parte de lo que siempre buscamos, y desde donde íbamos a empezar un camino que sin embargo habíamos empezado un año antes.


Como no era el momento de meterse en grandes fregaos, la estancia fue apacible, subiendo a algún refugio no muy inaccesible, disfrutando sencillos caminos y descubriendo juntos paisajes de postal.
Quizá quede edulcorado el relato. No en vano la miel es dulce.


Los días empezaban no muy de mañana, por el frío, y terminaban pronto porque a esas alturas una andaba con el estómago algo revuelto y no estaba para muchas florituras. Suerte que la mayor parte del día tenía las mismas ganas de todo que tengo siempre. Y suerte que Oscar no se aburre, porque no todo va a ser correr.
Volver de Andorra significó que llegaban los tiempos del poco tiempo para casi todo.

Y el que queda lo aprovechamos como siempre, con carretera y mantas, o colchonetas, sin bicis pero con pies, sin horas seguidas de actividad pero con ratos distribuidos en ratitos. Cambiando el jamón y el vino por jamón a la plancha y claras sin alcohol. Y cambiando las mallas por cualquier cosa que no me apriete.


Porque ahora ya casi no tengo ombligo. Y aún quedan algunos meses para que vuelva a aparecer.  Por lo menos, dos.

5 de septiembre de 2013

Tantos meses

No nos quedamos perdidos durante 10 meses Villafranca. Volvimos de allí y seguimos andando por todos los sitios que nos dejaron. En Gran Canaria vimos la isla como nunca, de agua y de verde, completamente diferente al Septiembre pasado, cuando el marrón sólo terminaba donde empezaba el mar, o el cielo. Esta vez era verde, húmeda.


Desde Gran Canaria y su primavera, eterna como siempre,  volamos hasta Castellón (no literalmente, como es evidente dadas las circunstancias)  y de allí saltamos hasta Javalambre, donde pasamos nuestro primer final de Año. Hacía frío. Para ser exactos, hacía frío polar y había nieve para alicatar, por si es que a alguien se le fuera a ocurrir alicatar con nieve.


Tuvimos que volver, por eso de que el gato andaba solo en casa y por aquello de que el deber nos llamaba. Y los meses que siguieron hasta que llegaron las siguientes vacaciones estuvieron llenos de salidas en bicicleta y excursiones que fuimos preparando día a día en cada rato libre. Y llegaron las bicis de ciclocross y ya estábamos todos en casa.

Llegó la Semana Santa y como no somos muy de procesiones, decidimos salir hacia el norte, a ver el lugar donde los Pirineos se deshacen en el Mediterráneo. Y por allí anduvimos unos cuantos días, donde descubrimos tantos lugares hermosos que no pudimos dejar de pensar en todos los que nos quedaban por ver.
Cap de Creus


La Garrotxa


La Vall de Nùria


Andorra



La Ribagorza


La Vall de Boí.


 La Vall de Arán.


 Pinceladas de un cuadro enorme, infinito.

Pudimos volver al Norte unos cuantos ciclos más tarde, los tres como el año pasado, a otra marcha, como el año pasado. La Ribagorza. Y salió bien, pero no tan bien como para que me quieran llevar de nuevo. Tengo un año para hacerle cambiar de opinión.
Aprovechamos el viaje para visitar  a las amigas y batir un record mundial de pinchazos en un día.
Y nuevamente tuvimos que volver a volver,  con nuestro gato, a nuestra casa.

Por fin llegaba Junio, y nuestras siguientes vacaciones. Pirineos, Pirineos, Pirineos... No sé si alguna vez he contado por qué siempre Pirineos. No sé si lo he pensado. 

Empezamos en Vielha. Hicimos la primera etapa de Eth Setau Sageth, el séptimo cielo y caímos en el Refugio de la Honeria. El río Garona bajaba casi desbordándose, fuerte, rápido y con mucho lodo. A su paso por Bossost impresionaba lo cerca que estaba de alguna ventana en la que algún incauto osó tender unas sábanas. Dónde estarán ahora esas sábanas. Quizá llegaron a Les, aguas abajo, donde quedamos atrapados un día  y medio. Por lo menos estábamos bien, y al día siguiente también comprobamos que la furgo, Furgui, estaba aparcada exactamente en el mismo sitio donde la habíamos dejado, seca y a salvo de la riada que había arrasado el parquing de abajo, allá en Vielha. El Séptimo cielo se desplomaba a ratos, y la nieve se deshacía rápidamente allá arriba. Agua. Y más agua. 


Salimos de La Vall de Aran y seguimos recorriendo. 

Ordesa 


Andorra 


Y el Cadí - Moixeró. Cavalls de Vent. Que aún haciéndola en el mismo sentido contrario que hace tres años, me pareció diferente, donde lo más duro esta vez no lo era tanto y donde pasos olvidados se volvieron casi impracticables.


Y cuando acabó Junio comenzaron los meses más largos del año. Y aprovechamos para subir a la Penya Saganta, y al Garbí, y al Penyagolosa.
Y unas cuantas carreras más tarde, cuando empezamos a ser corredores, acabaron. 
Y empezó Septiembre, y en ello estamos.

21 de marzo de 2013

Villafranca-Sant joan- Villafranca

Continuaba Noviembre. Y tras algún martes, algún jueves y una huelga general, llegó otro fin de semana de vacaciones. Estamos que lo tiramos. Tres en un mes. Tiempos de mucho, vísperas de nada. Y precisamente por eso, cada rato libre, con el mismo horario lo aprovechamos como si nos fuera la vida en ello.

No me acuerdo bien cómo se nos ocurrió, pero enseguida estuvimos de acuerdo:
Sábado: Villafranca - Sant Joan de Penyagolosa. A pie, que daban vientos y lluvias y no sé cuántas cosas terribles más.
Salimos de Villafranca a las nueve de la mañana ¡¡qué temprano!!  En estos meses de invierno, y más allá arriba en la casiestepa,  a las nueve de la mañana hace un frío que pela.
De Villafranca anduvimos hacia La  Estrella, por una pista por la que a ratos trotamos, a ratos caminamos, uno más aprisa que otra. Qué perezosa....
En la Estrella, Sinforosa, Los gatos, el perro, y el marido. Y una maravillosa tranquilidad entre la neblina y  la lluvia fina que no molestaba. La tranquilidad terminó cuando El Marido soltó al perro y de allí salieron despavoridos la veintena de gatos, que saltaron, corrieron, se subieron a los árboles y hasta al motor del Santana entraron. Y yo preocupada por si mi gato se estresa si lo dejo una noche en la terraza...
Cruzamos la rambla por el puente, esta vez pasa agua, y no poca. Y comenzamos a subir por una senda de otoño de catálogo, si es que existen catálogos de Otoño. Con sus ocres, su humedad, sus verdes. Sus hojas secas en el suelo.
Para variar, y aunque mire el mapa, no recuerdo mucho del recorrido, así que resumiré contando que pasamos el Plà de Vistabella por carretera, donde llegamos a meternos en una suerte de refugio que no sé si era refugio, granero o búnquer, pero que allí está, subterráneo y con sus dos puertas. 

Después de perdernos un poco por algún camino traidor, llegamos a Sant Joan. 31 km.

Al día siguiente salimos por donde teníamos que salir y tomamos el camino correcto, mucho más interesante que el del día anterior.  Con su senda empedrada y todo. Óscar sigue andando igual de deprisa y yo me emparro (de emparrarse, o abstraerse)  contando sus pasos e intentando que los míos tengan la misma frecuencia. Abandono a los 30 pasos por imposibilidad mecánica y paso a la segunda estrategia, que es compensar frecuencia con amplitud. Fracaso absoluto. La tercera estrategia es empezar a protestar. ¡¡¡cómo puedes andar tan rápido!!! Menos mal que tiene paciencia.



Después de volver a cruzar el Plá de Vistabella, hoy en sentido contrario, encontramos una pista ancha, cómoda, por la que anduvimos largo rato. Qué bonito. Cuánta humedad. Mira, la pista baja hasta la rambla. Sí, ahora la cruzaremos.


Pardiez! La rambla no es río sino rambla, y esto es: "Lecho natural de las aguas pluviales cuando caen copiosamente". Y eso había pasado días antes. brrrr. qué frío. Mejor hacerlo cuanto antes.






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Genial, ya está pasada. 

Más tarde seguimos por la misma pista, comimos en una caseta, o lugar donde alguien guarda paja. Y seguimos por la interminable pista que al final de los finales, tras muchos muchos kilómetros, nos deja de vuelta en Villafranca.  36 km.

Y otro fin de semana de fotos y rutas.


18 de febrero de 2013

Primera persona del plural

...del presente de indicativo. Sin condicionales. Sin subjuntivos.

La primera vez, subimos a Penyagolosa por la Cambreta buscando la canal entre la niebla. Y en el barranco de la Pegunta encontramos una fuente, y un lugar lleno de hojas amarillas del que ya no nos separamos.


 Luego subimos a Villafranca en un fin de semana en el que anunciaban lluvia y tormentas y no sé cuántas cosas más. Allí encontramos una ventana. O dos. Una,  de buen tiempo. Y una rambla llena, y una tierra húmeda. Y el Tamborero.


Llegó Noviembre.
Y una ruta a pie por Morella, hasta Xiva, recorriendo lugares  preciosos, bosques inesperados, amplitud, sendas, cuevas...
Y los dos días siguientes fueron de bici, donde hubo de todo: subidas, bajadas, carreteras que desaparecían, noches que llegaban. Pueblos a los que volvimos y en los que nos recordaban.



Pueblos rebautizados (lo siento por los habitantes de Cuevas de Cañart). Y pueblos a los que una sube pensando ¿quién rayos ha montado esto aquí?.


Cuando me falla la memoria no consigo hacer frases. Sólo puedo enumerar, porque en la cabeza sólo tengo imágenes y sensaciones que ya no sé describir. Quedan las fotos, las rutas grabadas. Algún dolor de espalda, o de rodilla. Algún arañazo. Quedas tú.

La ruta desde Jérica fue preciosa. Pero ¿dónde están las fotos? Novaliches, el Toro, Torás, Bejís...Y una carreterita que fue la sorpresa del día, hasta Pina de Montalgrao. Al día siguiente corrimos juntos en Castellnovo. La primera de muchas.

El Lunes siguiente Vicente se vistió de excursionista para evitar que Oscar G hiciera de las suyas. Xodos, Penyagolosa, Xodos. Nuestra salida anual de buscar la Banyadera. Andando, que es gerundio.